LAS ISLAS INVITADAS
El tiempo es una llanura
y mi memoria un caballo,
jinete suyo yo voy
a oscuras por ese campo
sin detenerme en recuerdos
fugaces como relámpagos.
Mi caminar por el tiempo
tan sólo tiene un descanso
en el año de tu muerte
—isla de luto y de llanto—.
Plaza de mármoles fríos
y luna yerta. Me paro,
deteniendo mi memoria
desbocada, con espanto.
Junto al ciprés de tu sueño,
para verte, descabalgo.
No son recuerdos, que es vida,
verdadero el diálogo
que contigo tengo, madre,
cuando aquí nos encontramos.
Buscaba poesía en mis estanterías hace un par de semanas y encontré a Manuel Altolaguirre. En este libro, Las islas invitadas, podemos leer ciento treinta y siete poemas divididos en trece títulos que pertenecen, en su mayoría, a la primera época poética del autor. Os invito a que leáis a este poeta que no siempre ha gozado de la relevancia que se merece.
Altolaguirre fue un poeta y editor -sobre todo, editor – malagueño perteneciente a la generación del 27. Y digo lo de sobre todo, editor porque, entre otras muchas publicaciones, el malagueño fue el encargado de editar la célebre revista Caballo verde para la poesía. Publicó sus Islas invitadas en pleno inicio de la Guerra Civil española (1936) e incluso sustituyó a Federico García Lorca como director de la compañía teatral La Barraca después de su asesinato. Más tarde, vistas las consecuencias que tuvo para su familia este conflicto armado, abandonó España junto a su esposa, la poetisa Concha Méndez y su hija Paloma, para llegar a América donde siguió con su actividad editora y la implementó con incursiones en el mundo del cine.
Podríamos decir de Altolaguirre que es un poeta que se dedica a contemplar la vida, por eso bajo cada título reúne poemas afines a un tema distinto. Por ejemplo, en Elegías podemos encontrar poemas muy dolorosos dedicados a la muerte y a la ausencia (normalmente de su madre o de su hijo), que contrastan con los de Luz y amor, que son poemas totalmente amorosos muy cercanos a la mística. En cambio, Soledades es puramente surrealista y en Noche humana, que son ocho poemas cuyo tema principal es la ausencia, parece que el autor vuelve a mostrar interés por los temas más relacionados con el sentimiento.
He de decir que no sé si reunir tantos poemas diferentes en un mismo libro es efectivo; a mí, en ocasiones, me ha desconcertado y me ha hecho perder el hilo. Puedo decir que he terminado el libro con la sensación de haber leído buenos poemas, pero que estaban agrupados al azar. Y esto no sé si es un problema de la edición o del propio autor, porque con Altolaguirre me pasa que leo poemas que no soy capaz ni de adjudicárselos porque me recuerdan a la producción de otros autores de la misma generación.
No sé si me estoy explicando bien, pero me da la sensación, sin ser una entendida en el autor, de que Altolaguirre se inspira en otros poetas o en ciertas modas y gustos que dependen de la época y eso me hace confundir su voz poética constantemente y también me lleva a pensar que sus poemas no forman una unidad. También he de destacar que, aunque algunos poemas me han encantado, otros han pasado realmente desapercibidos para mí. Creo que no fue un poeta constante, sino un poeta dotado de inspiración en ciertos momentos.
Pese a esta falta de unidad, os recomiendo este libro de poemas: es un libro espiritual e íntimo con poemas muy ricos en detalles. En los poemas en los que “está inspirado” podemos disfrutar de temas graves tratados, sin embargo, con una delicadeza exquisita.
¡Al ataque!
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