miércoles, 23 de enero de 2019

Reseña: El río de Andreu Sevilla


EL RÍO 




LAS CASUCHAS

“Ningún hombre está solo si le vive su madre.” 

Juan Martínez Plaza 

Volvimos al lugar donde nacieras,

de nombre feo y tierno, y no encontraste

la casa en que viviste, aunque buscaste,

por callejuelas, tapias y traseras.



¿Es posible que no reconocieras

tu casa de chiquilla? El desgaste

del tiempo o de la ruina, me explicaste,

memoria y vida vuelve pasajeras.



¿Por qué perdiste, madre, lo vivido?

¿Quién ensució tu infancia de hambre y pena?

¿Cómo aprendiste el miedo a las tormentas,



al río aciago y a la luna llena?

¿Dónde a curarte sola las afrentas,

con tanto amor venciendo a tanto olvido?



El río es el nuevo libro de poemas que ha escrito mi padre, Andreu Sevilla, y en él se hace un recorrido por el río Júcar y mi familia. Después de leerlo y disfrutarlo -no nos vamos a engañar, me cuesta ser plenamente objetiva con este libro- he llegado a una conclusión: El río es una metáfora dentro de una metáfora. 

Ya decía Manrique en sus famosísimas coplas que “nuestras vidas son los ríos que van a dar en el mar que es el morir”; lo mismo ocurre con este libro. Al igual que el Júcar, que nace en Cuenca y muere en Cullera (València), mi familia paterna más cercana nace en Castilla-La Mancha para, más tarde, encontrar su residencia en València. Es por eso que, en este libro, se encuentra uno con ese sentimiento agridulce del que vuelve a su tierra, pero no para quedarse. La nostalgia, la pena y el recuerdo de una infancia, ahora ya casi onírica, viajan de la mano con el lector para guiarlo por un espacio que no obedece en demasía a las leyes del tiempo. 

Es una pena que el libro no vaya acompañado de fotografías. Sé que, al tratarse de un espacio tan concreto, muchos lectores puede que no lleguen a apreciar en profundidad todos los significados. No obstante, estoy segura de que la sensación de abandono, pérdida y a la vez visita y resurrección quedan patentes en estos poemas. 

El cielo de La Losa
Sin embargo, no es el río lo único que transcurre en este libro. En los sesenta sonetos vamos recordando a personas que, como en el curso de los ríos, se encuentran en diferentes momentos de su vida: unas que nacen (Aloma), unas que siguen su camino y otras que, lamentablemente, ya no están con nosotros (como puede ser mi bisabuela Fabiana). 

Te sueño a veces viva (anchas caderas, 

mandil y saya, un pie hacia cada lado), 

la bondad de quien tanto ha perdonado 

en la sonrisa, como si entendieras… 


En todos los poemas encuentro una mezcla de pena y ternura y, si lo pienso detenidamente, esa es la sensación que tengo cuando visito (no sabéis la obsesión que tengo con estos parajes) los lugares que aparecen en este libro. El Júcar, a su paso por el sur de Cuenca y provincia de Albacete, riega tierras fantasma, da agua a aquellos que ya no la pueden beber. Todo este clima de ruina, de pasado, de hambre y pobreza, pero a la vez alegría y infancia hace de estos lugares mi Macondo particular, mi Comala, mi realismo mágico. 

Cementerio, casi abandonado, de San Benito

Es por eso que, para mí, este es el libro de mi padre al que más cariño y amor le tengo. He estado presente durante su redacción y he podido incluso opinar sobre algunos de los poemas (¡qué suerte!). El río es un portal al que acudo cuando quiero visitar los sitios en los que he sido y espero seguir siendo feliz. Es volver a mi abuela, a sus historias y a nuestro San Benito. Es sentirme hija de una tierra en la que nunca he vivido, pero otros que la han vivido y sufrido me han inculcado el amor por ella. 

Con todo esto, espero haberos convencido para que le deis una oportunidad a la lectura de sonetos que, aunque parecen ya en desuso, tienen mucho que aportar todavía. 

¿De dónde viene vuestra familia?

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