84, CHARING CROSS ROAD
“Me encantan esos libros de segunda mano que se abren por aquella página que su anterior propietario leía más a menudo. El día en que me llegó el ejemplar de Hazlitt, se abrió por una página en la que leí: <<Detesto leer libros nuevos>>. Y saludé como a un camarada a quienquiera que lo hubiera poseído antes que yo.”
Desde hace días me encontraba en un parón lector. A veces me pasa… soy una lectora empedernida, pero, de vez en cuando, mi cuerpo no puede más y no encuentra nada interesante que llevarse a las pupilas. Cuando esto me ocurre, tengo un truco del almendruco: leer obras que me interesen mucho, breves, con capítulos cortísimos o hincharme a poesía.
84, Charing cross road me ha sacado del bache. Perdón, no sólo se ha encargado de devolverme a la lectura, también me ha hecho recobrar el interés por las novelas epistolares. Me parece que este tipo de obras pasan, en ocasiones, bastante desapercibidas.
En este libro, mi edición es de Anagrama, podréis encontrar la correspondencia entre Helene Hanff y Frank Doel. Ella es una escritora neoyorquina, él un librero británico. Todo empieza por casualidad, como las mejores cosas de la vida: Helene está buscando un libro de viejo y, a partir de ese momento, se va fraguando entre ellos (y entre muchos miembros más) una amistad preciosa y enternecedora.
¡Se destila tanto amor por los libros en esta obra! Helene se fija en los detalles de las ediciones, las describe, las ama. Ni siquiera sé cuántas notas he tomado sobre próximas lecturas. Y me alegra coincidir en con ese amor que creo que todas las personas lectoras sentimos hacia los pobladores de nuestras estanterías.
También me parece importante la forma en la que se enmarca, tan magistralmente, la obra en el contexto social al que pertenece a través de la correspondencia. Durante estos 20 años de amistad, el lector puede comprobar las vicisitudes por las que pasan los personajes, pero también lo diferente que es la vida en ambas partes del mundo. Punto a favor: las cartas son una manera genial de narrar la crisis que sufrió Reino Unido después de la Segunda Guerra Mundial; ofrecen, las cartas, un punto de vista nada típico sobre este asunto tan tratado.
¿Con qué me quedo? Sin duda con esos dos sentidos del humor tan dispares. Helene Hanff es excéntrica, abierta, socarrona. Helene se come a los demás personajes. Frank, que se abre un poco más tarde a los ojos del lector, es el representante de esa sobriedad inglesa, no obstante se convierte, también, en imprescindible.
¡No os lo perdáis!
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