Y ESO FUE LO QUE PASÓ
“Cuando una muchacha está demasiado sola y lleva una vida demasiado monótona y agotadora, cuando se ve con poco dinero en el bolso y los guantes viejos, se le va la imaginación a diario detrás de tantas cosas que al final se encuentra indefensa frente a todos los errores y trampas que pone la fantasía.”
Y eso fue lo que pasó es una historia que empieza por el final: un disparo realizado por la protagonista que impacta en la cabeza de su marido y que impacta en la mente del lector. Una explicación que no es otra cosa que un grito de auxilio. Una novela breve, pero muy (muy) intensa.
¡Cómo me gusta que los libros te sorprendan desde el inicio! Qué esperáis, si me enganché a Juego de Tronos porque (ALERTA, SPOILER, HUYE) se cargaban al protagonista en los primeros capítulos. Pues con la novela de Ginzburg me ha pasado algo parecido: me ha atrapado desde el primer diálogo.
En esta breve novela se reflexiona sobre la vida y las decisiones tomadas por una protagonista que, atrapada en un oficio y en un lugar que no le agrada del todo, acaba casándose con un hombre que, al principio, no la convence del todo y, luego, no la quiere del todo (bien). Alberto es bastantes años mayor que ella, pero, a la vez, es más pueril en su comportamiento. Él empieza a cortejarla como por casualidad y no se da cuenta de hasta qué punto se está entrometiendo en su vida hasta que ella le confiesa sus sentimientos. Ella, por otro lado, se enamora porque es una persona que la escucha y que le hace compañía, hecho que nos da un punto de vista muy triste sobre su existencia. Aún así, la protagonista explica en bastantes ocasiones que no le atrae físicamente y que no le gusta hacer el amor con él (punto importante).
Me parece que Ginzburg construye un personaje magnífico y lleno de matices. Un personaje perfecto. Un personaje que, aunque tiene comportamientos extremos, puede hacerte sentir empatía. El lector comprueba página a página su evolución y entiende que todo mantiene una línea lógica imprescindible. Cabe mencionar que, como si este personaje fuera la tesis de la novela, la autora ofrece argumentos y contraargumentos en forma de personaje -el personaje de Alberto, el personaje de Francesca- que refuerzan la forma de pensar y actuar de la protagonista.
El punto que me ha fascinado es que, salvando las distancias, esta me parece la historia de un viaje iniciático. La protagonista, que empieza siendo una persona ingenua, tímida y refugiada en una educación centrada en diferenciar el rol del hombre y de la mujer en la pareja, en el trabajo y en la sociedad, acaba, tras pasar por una serie de problemas que sortea como puede (la pésima vida conyugal, la muerte de su hija, la amante de su marido), por tomar conciencia de sí misma y actúa en consecuencia -aunque sea perpetrando un crimen-.
Sin duda alguna, Ginzburg ha ganado una nueva adepta. Su forma de narrar es tan íntima y, a la vez, ágil que su lectura es irresistible. En algunos puntos me ha recordado a Mercé Rodoreda, autora catalana de la que algún día os contaré las mil maravillas. De verdad, os recomiendo Y eso fue lo que pasó.
¡A mí me ha encantado!
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