MIEDO
“De modo que ese miedo inicial, en el que, por otra parte, también ardía una llama de impaciencia, se deshacía en el cálido abrazo con el que se saludaban.”
Últimamente, parece que todo aquello relacionado con Stefan Zweig está de moda. Yo no sé ni pronunciar su nombre sin sentirme idiota, pero son tantas las maravillas que se dicen sobre el autor –sobre todo, si hablamos de sus ensayos- que no pude resistirme a comprar la breve novela Miedo.
En ella se cuenta un episodio en la vida de Irene Wagner que “lleva una vida acomodada y sin preocupaciones junto a su marido y sus dos hijos. Sin embargo, tras ocho años de matrimonio, los bailes, el teatro, la ópera y otras actividades sociales se le antojan predecibles y anodinas. Así, más por fantasía novelesca que por auténtico deseo, inicia una relación con un joven pianista. Pero pronto una mujer la descubre cuando sale del apartamento de su amante e Irene se ve obligada a ceder a un terrible chantaje. El terror de ser descubierta por su marido y de perder todo lo que posee y, ahora descubre, tanto necesita y ama, la sumirá en una tormentosa pesadilla.”
No me digáis que no tiene buena pinta. Me recordó en ciertos aspectos a Madame Bovary y me puse manos a la obra con la lectura, quizás esperando encontrar un personaje trabajadísimo que se debatiera entre hacer caso de lo que le dicta su corazón (o entrepierna) y su moral. Pues bien, no lo he encontrado.
Para mí, Miedo se ha quedado vacía. No niego en ningún momento que la historia es entretenida, pues uno puede sentir el nerviosismo del personaje que teme perder todas esas comodidades, lujos y amor de los que goza. No obstante, la psicología de los personajes principales es muy reducida. Y digo reducida porque, al final, se vende a Irene de forma horrible: un personaje débil y asustado, siempre a la sombra de su marido (porque es una mujer y, por tanto, no puede pensar ni actuar por sí misma), que tiene miedo de ser descubierta con su amante y que, cómo no, sorpresa, es entonces –cuando se percata de que está a punto de perder su inmejorable vida- cuando se da cuenta de que ama a su marido, ese ser superior plagado de virtudes burguesas.
Aparte de estos aspectos machistas, que podría intentar justificar por la época en la que está escrita la novela (1913), hay fragmentos que se me han hecho demasiado repetitivos. Y, pese a que no hablo del final por no hacer spoilers innecesarios, también me ha parecido predecible y desmedidamente feliz y tranquilizador. Aunque bueno, esto último va en gustos.
Si tuviera que quedarme con algo, sería con la diferenciación de clases sociales que tenemos en la novela. Aunque el proletariado sale bastante mal parado, pues es definido como una clase social baja, rastrera y ruin, dispuesta a todo por medrar económica y socialmente, también creo que se analiza (un pelín) esa parte oscura de la burguesía, esa falsedad, ese ansia por guardar las apariencias, aunque después lo visible no se corresponda con la realidad interna de cada uno.
En resumen, creo que no he elegido bien mi primera lectura de Zweig, pero tranquilos que ya me he agenciado otras de sus obras para quitarme el mal sabor. ¡Qué no me rindo, señores!
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